El final de Peteco, lleno de duendes en la voz

Un nuevo capítulo de nuestras Ignoaventuras!

Para leer el capítulo anterior, click AQUÍ!



Escenas del capítulo anterior:


  • Peteco se viste con un buso de Egresados del 93
  • Andrea del Boca llora y Gabriel Corrado susurra
  • Peteco busca dónde vivir
  • Un aroma sale de un cuarto y Peteco es tentado a entrar
  • Grecia Colmenares sufre

  • La elección de los lectores de Ingomanía fue la UNO: "Peteco debe mandarse al LABORATORIO a ver qué hay".


    Hoy les presentamos:

    "Contra las cuerdas"

    Peteco se decidió entonces a ingresar al cuarto misterioso pero antes se volvió a los lectores de Ignomanía y dijo "Qué ganas de hacérmela difícil, eh? Me cacho". Se arremangó el buso y corrió a la carrera hacia la puerta, que en esos momentos se estaba cerrando lo que lo obligó a tirarse al suelo de panza y rodar para pasar justo cuando el cerrojo hacía CLICK y se cerraba tras de sí. Estaba encerrado.

    Grandes mesadas se erguían frente a él, con tubos de ensayo y pipetas. Diferentes pócimas de colores emanaban humo y gases nauseabundos. Luces fluorescentes titilaban por doquier y cuando se apagaban todo se hacía oscuro de repente. Peteco tuvo un escalofrío repentino y se crispó, "Dónde chagar me metí". Caminó lentamente sobre las maderas del suelo con sus cuatro patitas, tanteando cada vez que el cuarto entraba en penumbra.

    Se topó con la pata de una mesada y decidió escalarla (sentía que desde allí provenía el profundo aroma que había sentido desde afuera). Avanzó como un ninja en silencio furtivo, salvo por una pequeña flatulencia que despachó con una sonrisa altiva, a unos metros de llegar a la superficie.

    Con sus manos se sujetó de borde y luego de dar 3 mortales en el aire cayó sobre la mesada en cuclillas observando hacia todos lados. "I'm in" dijo en voz alta a su mano, como si tuviera algún radio de espía.

    Avanzó sobre la mesada hasta toparse con una enorme jaula, de la que provenían fétidos olores. Gritó entonces: "Quién vive!", aferrado de los barrotes. Y desde dentro de una casita de madera emergió un Conejillo de las Indias.

    - Conejillo: Buenas noches, mi nombre es Ricky Martin.
    - Peteco: Ricky, un gusto. Me llamo Peteco. Busco un hogar para mi familia.
    - R. M.: Ah pero este no es el lugar! Estás en el laboratorio de Dr. Goldenberg!
    - Peteco: No temo a ningún Doctor de la cole, pienso hacer frente a lo que venga.
    - R. M.: Yo pensaba igual, pero ya me ves... (y se corrió un mechón de pelo a un lado)

    En eso la puerta tras de sí se abrió repentinamente y emergió un viejo canoso, que con una sonrisa diabólica tomó a Peteco entre sus dedos y lo metió en un gran frasco de vidrio "Excelente! Más animales para experimentar!"

    Peteco se sentía derrotado, inútil e impotente. Se arrojó a un lado del frasco y el Dr. Goldenberg cerró la tapa y accionó una palanca. El frasquito comenzó a saltar en el lugar mientras rayos recorrían todo su contorno. Peteco no emitía sonido.

    Cuando esto acabó Ricky Martin rompió en lágrimas: "Qué has hecho! Nieve de noche! Lo has matado!!" Pero el Dr. simplemente sonreía estupefacto.

    El frasco cayó a un lado y la tapa sola se desprendió. Luego de una bocanada de humo, salió caminando Peteco, trastabillando y con los ojos cruzados.

    Luego de recuperarse de la luz que lo encandilaba sintió un cosquilleo sobre su brazo derecho, lo tomó fuerte y se quedó mirándolo mientras veía como su manito crecía y su pelo caía... Su narizota se achicaba y también se iba pelando... El color de su piel de oscurecía y emergia por sobre su pelaje. Su boca se hicieron labios, sus ojos negros se agrandaron. Su panzota se fue achicando y lentamente comenzó a erguirse hasta quedar en dos patas.

    El Dr. Goldenberg se aferraba del picaporte de la puerta asustado pero absorto en la transformación. Peteco seguía creciendo. Más que un gato... más que un perro... más que un niño pequeño... UN HOMBRE. Abriendo sus brazos ya totalmente sin pelo, extendidos a los lados soltó un grito de pecho que parecía más un Fa que un Do, inclinándose hacia atrás.

    Gritó poderoso: "AAAAAAAAhhh.. (mientras sentía que su garganta se encendía fuego). AAAAAAAAAAAADEEEENTRO!!!!", clamó hacia adelante como un estornudo.

    El Dr. Goldenberg tembloroso le acercó un violín y Peteco lo tomó con fuerza. Con los ojos cerrados lo apoyó sobre su hombro y lo aferró con su quijada.

    Peteco comenzó a tocar ferozmente y mirando fijo al Dr, le aulló: "Fue mucho mi penar andando lejos del pago!!! Tanto coyer pa' llegar a ningún ladooouu..."

    Y Ricky, llorando gritó desde su jaula en Sí sostenido: "Y estaba donde nací lo que buscaba por ahíiiiiiii". Con sus piecitos pataleando en el aire.

    Peteco lo miró y le cantó en Sol-La-Do: "Es oro la amistad que no se compra ni vende". Y Ricky voraz lagrimeando devolvió: "Sólo se da cuando en el pecho se sienteeeeeee!!", mientras se daba golpecitos en el pecho erguido.

    Peteco sujetó entonces la jaula de Ricky bajo su brazo y corrió hacia la puerta. Unos metros antes de llegar al Dr saltó por el aire y estrelló el violín sobre su cabeza, haciendo sonar alguna que otra nota en el estruendo. Pegó una fuerte patada a la puerta y Ricky le dijo "Cantor para cantar si nada dicen tus versos" y Peteco le dijo "Ay para que vas a callar al silenciooo" y salió trinando sin trastabillar.

    Llegó al living del departamento y divisó su ex casita. Dentro de ella, Julandana lo miraba con ojos de pavor. "Peteco!? Peteco sos vos?!?!?!", le dijo desde dentro.

    Peteco tomó entonces la casita de Julandana y corrió fuera del departamento. Picó sin parar cruzando la ciudad hasta pisar tierra. Y siguió en su carrera endemoniada pasando campos y praderas, vacas y ovejas. Saltó tranqueras y atravesó estancias hasta que llegó a Santiago del Estero. Allí apoyó ambas jaulas bajo un árbol y abrió sus puertezuelas. Recién entonces se tendió sobre el pasto.

    Julandana se acercó a él y besó su enorme mejilla.

    Peteco giró su cabeza para mirarla y le dijo "La vida me han prestau y tengo que devolverla, cuando el creador me llame para la entrega..." Llegó entonces el Dr. Goldenberg, que se había tomado dos subtes, un tren, 3 taxis y un sulky para llegar.

    Enternecido se agachó junto a Peteco y le dio un brebaje. Éste volvió a su forma natural. Como un pequeño Hámster.

    Abrazados Ricky, Julandana ultra embarazada y él, miraron al Dr. y le cantaron con sus pequeñas vocesitas: "Cuando nos quiera escuchar, entre a este pago sin golpear"

    Y esa es la historia real de Peteco Carabajal. La copie y pegué literalmente de Wikipedia





    Si les gustó, pídan otra Ignoaventura y LES LLEGARÁ!

    Comentarios

    MariaN ha dicho que…
    AJAJJAJA GENIAL FINAL!!! REALMENTE TEMI QUE LE PASARA ALGO AL POBRE PETECO , SOLO POR SATISFACER MI CURIOSIDAD (Y LA DE VARIOS). DEBO DECIR QUE ES OTRO OTRO EXCELENTE RELATO IGNOMANO DE PE A PA LOS FELICITO!!
    Y CLARO QUE QUIERO OTRA IGNOAVENTURA!!! QUIZA SE PUEDA SUGERIR EL TEMA O EL PERSONAJE , O EL LUGAR ...ALGO, NO?
    Rocío urdax ha dicho que…
    MENOS MAL QUE NO LE PASÒ NADA A PETECO! temì por su bien, pobrecito
    yo digo SÌ a las ignoaventuras semanales. si se pudiera emplear la palabra BATISCAFO, me harìan muy feliz

    Entradas populares