Las reinas mágicas

Esta historia ocurrió hace no tanto tiempo, de hecho sus personajes siguen vivos.
Es la verdad sobre los fabulosos tres reyes magos.

Se trata de tres amigos gay que llegaron al estrellato de jóvenes. Los tres, de familias muy adineradas y con sangre azul nacieron en diversos lugares del mundo.

Balthazar nació en una ciudad al sur de España. A los 5 años se puso su primer peluca de Cher y ya resultaba raro para sus padres que combinara tan bien sus prendas y se cuidara con la comida. Sirvientes de la casa ocultaron que las noches de tormenta lo veían salir al parque y bailar iluminado por la luna al ritmo de Brother Loui Loui Loui.

Gaspar, o como le gusta que le digan hoy "La Reina Maravilloza", nació en Paraguay. Hijo de un adinerado terrateniente comenzó su adolescencia como un verdadero ganador con las mujeres. Lo extraño es que nunca se las movía. Disfrutaba de que las niñas envidiaran su larga cabellera y caminar por los pasillos del Unicenter como si lo hubieran empalado hace segundos. Todas lo amaban, pero ignoraban que él en el fondo (sí, en el fondo), añoraba que un fornido repartidor de basura lo reparta.

Melchor era diferente en el colegio. Lo enviaron a una escuela militar y ya los primeros días ganó protagonismo por ser el único en completar los ejercicios en el barro sin mancharse y comer las empanadas con cuchillo y tenedor. Además, era un excelente oyente y al parecer el único que tenía una colcha violeta en su catre y usaba su boina de costado. No pasó mucho tiempo hasta que le apodaran "esquirla"... por ser un pedazo de bala.

Ninguno admitió su realidad hasta llegar a la exacta edad de 21 años. Y se encontraron de casualidad. Los únicos tres hombres que fueron a una reunión de tupperware en un pequeño pueblo de Suiza y para su sorpresa, los tres con un pañuelo en la cabeza. Esa noche, decidieron ir juntos a un boliche de música ochentosa. Los fascinó que los tres tenían su propia coreografía para "A Little Respect" y que todos tomaran daikiry o vodka con speed (claramente tragos de minita o de loca).

Esa misma noche, un poco entonados (porque los maracas no se ponen en pedo), salieron las tres tomadas de los brazos cantando "What is love".

(No sé si notaron pero los gay suelen escribir canciones rogando que los respeten, que no los lastimen y que sean buenos con ellos. Claro...)

Corrieron a las afueras de la ciudad y llegaron a un pequeño establo para cubrirse de la lluvia. En el interior, escucharon un llanto de un bebé lo cual los dejó duros (en el buen sentido). Se escondieron detrás de un fardo de paja (correcto también) y esperaron. En eso escucharon pasos y voces. Se trataba de los padres de la criatura, quienes volvían de cerrar el auto que se les había quedado en la ruta y por seguridad bajaron al bebé y se metieron en ese refugio.
Los tres amigos salieron por una pequeña ventana pero viendo el temporal que había, entraron nuevamente por la puerta, uno junto al otro.

Cómo explicarles la cara de los dos pueblerinos suizos al ver a tres locas disfrazadas con colores locos, pañuelos en la cabeza y pequeñas cajas de plástico en sus manos (los malditos tupper). No pudieron sino quedarse inmóviles cubriendo al pequeño bebé que lloraba atemorizado por los truenos de afuera.

Balthazar fue el primero en acercarse y sin hablar su idioma, como signo de amistad dejó su tupper rosado sobre los zapatitos del bebé a quien habían descalzado para que duerma. Lo dejó ahí para que sepan sus padres que el regalo era para él.
Gaspar y Melchor se sonrieron y triunfales avanzaron a la par y dejaron sus tuppers también en ese lugar con una sonrisa y quizás algún guiño atrevido. Los padres seguían con los ojos abiertos como inodoro de cancha.

Afuera, la tormenta comenzó a menguar y a salir el sol en el horizonte acompañado por un arcoiris (el cual fue señalado por Gaspar quien además dio un pequeño gritito de emoción y se agitó).

En retribución por los obsequios, los padres de la criatura ofrecieron la heladerita que habían llevado en el viaje con alimentos, a sus nuevos amigos. Los dejó azorados que los tres sólo comieran verduras (porque se sentían hinchadas de tanto daikiry).

Unos minutos más tarde, los tres amigos agradecieron... le dieron un afectuoso beso en las mejillas al bebé. Tomaron con sus dos manos la mano del padre y luego, gesticularon indicándole a la madre que la combinación de su pollera y sus zapatos clásicos era "un fuego" (abriendo los ojos).

Y sin más, se fueron riendo y corriéndose en alegre crisol homosexual.

La humilde familia, una vez que llegó el ACA se fueron a su pueblo de regreso y contaron esta bizarra historia de las tres reinas locas con admiración y dulzura.

Algunos atrevidos esa misma noche corrieron al pórtico de sus casas y dejaron todos sus zapatos esperando la llegada de un buen paquete. Junto al calzado, dejaron agua y verduras o pasto (que era lo que al parecer ellos comían). Luego, como símbolo de recibir de quien menos uno lo espera un regalo fantástico, todos imitaron la tradición cada 6 de Enero.

Igual guarda cuando dejen sus zapatos afuera con alimento y bebida... no?

uuuuuOOOOUuuuuhh!