La historia de Papá Noel

Hace muchos años el Sr. Noel Klaus cambió su vida y sus modos.

Luego de un largo período de consumo de alcaloides, incluyendo reiterados ingresos a villas y esporádicos delitos menores, Noel tocó fondo.

Se levantó un medio día con un interminable dolor de cabeza en un cuarto de hotel lujoso... Ropa de mujer tirada por varios sectores, botellas rotas, fotos deplorables y rastros de alto consumo de drogas (incluyendo Raid, Cif y Trenet). Se asustó al ver un enano disfrazado de duende encerrado dentro del microondas. Tropezó con un nene disfrazado de nena que cantaba en el piso y vomitó sobre una anciana que cosía un preservativo sentada en el sillón.
La imagen de una oveja vestida de marinero mirando la tele y fumando, lo detonó.

Con la tarjeta dorada que sacó por sorpresa de su bolsillo, compró un pasaje en avión al norte y huyó del país sin dejar rastro. Ni amigos ni familia lo extrañarían.

Arribado al norte, hundido en la pobreza y desesperado por el hambre comenzó a entrar por las noches a las casas de los habitantes y lastrarse todo lo que había en sus heladeras, sin robar nada.
Siendo todavía joven y esbelto, descubrió que la mejor forma de ingresar era por las chimeneas. No implicaría ruidos ni daños.

Con el pasar del tiempo estas prácticas dieron a Noel dos consecuencias: ganar mucho peso y una extrema destreza en el ingreso a los hogares sin ser percibido. Siendo que no dejaba de ser un linyera, su barba comenzó a crecer.
El daño mental ocasionado por el alto consumo de drogas en su adolescencia, hizo que perdiera la cordura y comenzara a vestir solamente un gorro de dormir, unas agujereadas botas negras y su ropa interior roja estilo mameluco de cowboy que se abre atrás para defecar. Roja.

Dormía de día oculto en una vieja fábrica abandonada con un grupo de perritos que lo seguían por su inconfundible olor dulzón. Noel los apreciaba mucho y puso nombres ridículos a todos, comenzando por Rodolfo: Un perro hecho torta con la nariz roja que le recordaba a su padre alcohólico.

Por las noches, paseaba con sus perros delante en fila, quienes olfateaban eligiendo a qué casa entrar por la comida. Hablaba mucho con ellos y solía reír sólo muy seguido, sujetándose su enorme panzota casi eructando (estaba del marulo). Una vez seleccionada la casa, obeso y todo trepaba por las rejas de las ventanas mientras refunfuñaba. Los perritos se sentaban frente a la casa seleccionada mirándolo fijo mientras ascendía de manera insegura y temblorosa. A veces, si se prendía una luz dentro de la casa los perros comenzaban a aullar en la puerta para que la familia saliera y no notara al gordo ebrio que ingresaba por atrás. (Años mas tarde, en honor a dichos cómplices se crearían los villancicos: un grupo de animales aullando en la puerta de cada casa.).

A veces se atascaba en las chimeneas por lo cerdo, pero la ceniza que volaba por las pataditas que daba se metía en sus bigotes haciéndolo reír y estornudar, deshinchándose y cayendo hasta el fondo.

Una vez dentro, todavía tentado y eructando, caminaba lento hasta la heladera y comenzaría a comer todo. Luego, bebería una copita de cualquier alcohol que encontrara y treparía nuevamente por la chimenea tirándose algún que otro gas por el esfuerzo.

Una noche todo cambió.
Ya ingresado por la chimenea y rascándose el trasero mientras comía, fue sorprendido por una manito que tiró de su mameluco. Al voltearse, todavía riendo y eructando (producto del deterioro mental y gástrico), vio una pequeña niña que lo miraba con gigantes ojos mientras escarbaba su nariz con un dedo. La escena duró varios segundos.
Noel, que sufría de varios tics y un severo retraso mental se enterneció y buscó algo que darle. Lo único que encontró en sus bolsillos fue una media vieja sucia y un hueso de pollo a medio comer. Para divertirla, clavó la media en una pared con un moco y metió la pata de pollo dentro. Al ver que la niña reía, rió él también con gusto JOJOJÓOOO y eructó despeinándola. Le dio unas palmaditas en la cabeza y se escabulló por la chimenea (no sin antes dejar un gas en el camino).
La niña todavía con una mano pegoteada por el mameluco y el olor dulzón de Noel en su cara, se fue a dormir feliz. A la mañana siguiente, sus padres sufrirían un ataque de pánico al descubrir la media asquerosa pegada de la chimenea.

Noel fue sorprendido por otros niños durante sus aventuras y por las dudas siempre procuró tener algo para darles y reír con ellos. Por su retraso, disfrutaba de los juguetes como ellos por lo que empezó a fabricarlos él mismo en su fábrica abandonada y llevárselos. Todo con basura que encontraba tirada. Algunos eran objetos cortantes con enfermedades, pero no le importó.
Descubrió que su corazón latía más fuerte con la sonrisa de un pequeño que con una docena de empanadas y casi adicto, pasó a visitar más de una casa por noche llevando a sus espaldas una bolsa de consorcio pegoteada llena de esa basura que fabricaba para sus amiguitos.

Por lo gordo, ya para el final de sus años le costaba caminar y para no cansarse ataba a su jauría de perros a un changuito hecho percha al que se subía y era arrastrado casa por casa.
Algunos niños descubrieron dónde vivía y fueron a ayudarlo a fabricar juguetes. Noel los llamaría "duendes mágicos" y los amaría hasta sus últimos días. Ellos, a la vez lo amaban también y por cariño le decían Papá Noel.

Cuenta la historia que murió de un infarto, rodeado de sus amados perritos fabricando un osito de peluche con una rata muerta y madera. Pero ese hecho no está comprobado.

Si bien al día de la fecha se cuentan muchas historias sobre Noel y muchos de sus ritos fueron adaptados a la sociedad, la verdad es que su corazón demostró ser más grande que su panzota.


Gracias Papá Noel!!! Siempre te vamos a recordar y querer!!
FELIZ NAVIDAD A TODOS!!!

Comentarios

MariaN ha dicho que…
AL FIN UAN HISTORIA DE PAPA NOEL CONVINCENTE Y REALISTA. GRACIAS MINISTRO POR EDUCARNOS SIN QUITARNOS LA MAGIA DE LA NAVIDAD.

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