Breve historia de suspenso y horror

Vayan al baño antes de leerla...

CAPÍTULO I
Nacho y su bizarro favor

Sí. El otro día Nacho llamó al medio día para que lo acompañáramos (Pelota y yo) a buscar una mesa de arquitecto... de trabajo... de madera, no sé cómo mierda se llama.
Resulta ser que el sujeto entró a mercalibre y se compró esta mesita para laburar una materia de la facultad y después tirarla por el inodoro... está bien.

"¿Es una mina la que te vendió la mesa?", dije yo mientras manejaba hacia el lugar. "Sí...". "Vamos a ver si está buena", pensamos los tres al unísono (la mesa, obvio).

Estacioné el auto mientras mirábamos la pequeña puerta del edificio expectantes. Por si las dudas Nacho sacó un destornillador multiuso que llevaba en el jean (herramienta útil para desarmar mesas de trabajo y apuñalar a vendedores psicóticos de mercalibre.com). Tocó el portero y todo fue silencio... No pasó mucho tiempo hasta que sonó una voz cordial informando que ya bajaría. Nos miramos sonriendo y dejamos salir el aire contenido.

Oscuros nubarrones saturaron el cielo y una fría brisa comenzó a agitarse entre las plantas de la vereda. A lo lejos, una puertita rota golpeaba desesperada contra el marco. Una anciana señora nos miró desde dentro de una persiana y la cerró repentinamente desapareciendo tras ella. Pasó un infante corriendo y un globo se vio en libertad, buscando el cielo con ansiedad. Cuidado! Creímos escuchar como un susurro que provenía desde un tacho de basura naranja (probablemente el enano que vive ahí y come detodo)... se venía lo peor.

CAPÍTULO II
La aparición del horror

Amontonados contra la puerta del edificio, sentimos que la tierra temblaba bajo nuestros pies. Ya en el reflejo del vidrio de la entrada, veíamos nuestras imágenes sacudirse cada 2 segundos. Y la vimos:
Bajó de las escaleras, muy grácilmente... una bolsa de batatas que parecía haberse comido a nuestra vendedora. Vestía unos jogging semi elastizados, que apretaban sus carnes y lastimosamente gemían a cada rasposo paso de la entre pierna (que era como ver dos rodillos de lavadero de auto). Por arriba, una forzada remera estirada que igualaba a querer ponerle al perro la ropa de la Barbie. Aparecía y se hundía en las olas que generaba su flagrante y juiciosa buzarda. Sobre sus hombros se meneaba una gran cara-donut, blanca y aceitosa llena por rulos negros que no llegaban a cubrir la circunferencia de semejante planeta que tenía por cabeza. Estoy seguro de que allí mismo habitaba una civilización, con vía láctea (láctea, sobre todo).

A continuación, todo en cámara lenta.

A media que avanzaba hacia nosotros, tomé a Pelota y la puse detrás mío heroicamente pero no sin mi registrada cara de PAVOR (LILIIIIIII!!)... Nacho alzó su mano derecha hacia adelante con la palma marcándole STOP al horror, mientras con su izquierda acariciaba el destornillador que sobresalía de su bolsillo trasero. Inclinándose hacia mí, creí escuchar que nos decía "corran..." Pero ya era demasiado tarde. El envoltorio de plastilina gigante ya forcejeaba con la llave en la puerta, mientras caía baba verde de su bocaza de sapo. Con los ojos desorbitados miró a Nacho como tanteando su presa y le dijo "Subí". Las lágrimas en los ojos de mi amigo cuando me miró por última vez lo dijeron todo, tenía que acompañarlo. Subimos los tres, en fila detrás de Jabba.

CAPÍTULO III
Dentro de la cueva de los mil aullidos

Ya unos metros antes de entrar a su guarida, fuimos sopapeados por el vaho de muerte, fritanga y croqueta que pudría el ambiente. Si mal no recuerdo, el McMuffin gigante, al entrar pateó un gato y escupió una pared que tenía su propia foto. Rasco su desorbitante trasero y se sumergió. En el piso sentí pisar los escudos y huesos de cadáveres de gallardos compradores que habían osado aventurarse en el pasado. Cuántos dejaron aquí sus proezas! "Es sólo una mesita pelotudo, yo te compro una en Easy", le dije a Nacho tirándole de la remera... pero calló mis palabras con la palma de la mano hacia abajo como picando un enano.
De pronto, una nube de humo emergió de un dintel que daba a las habitaciones y detrás de ella... la hembra madre que había engendrado a Cookie monster. Sonrió sin decir palabra y se dedicó a observarnos mientras pitaba largamente su cigarrillo. Luego, largaba enormes "O" que se enroscaban en Nacho como un hula hula, sujetándolo. Éste, empuñaba su destornillador con bravura mientras sus ojos titilaban y se batían como los de un dibujito japonés. La bestia dijo "Es ésta". Y no tuvo mejor idea que inclinarse hacia adelante para recoger los caños apilados...

CAPÍTULO IV
Cegados por un agujero negro

Toda mi vida pasó por delante de mis ojos cuando el rendido jogging pidió el cambio y se dejó caer lentamente entre las carnosas e industriales nalgas del gigante. Todo fue muy rápido. Nacho, que era quien estaba más cerca del peligro, volteó con los ojos inyectados en sangre y grito "AL SUELOOOoooooo...!!!" Pelota apretó sus puños y perdida en un llanto lanzó un alarido ensordecedor mientras yo me la llevaba puesta y la empujaba hacia el piso. Nacho cayó sobre nosotros mientras una gigante ola de polvo nos cubría llevándose cuadros, el gato, una zapatilla de Pelota, mi billetera y revistas que había en el suelo. Antes de perder el conocimiento vi los claros ojos de Pelota llorando y a Nacho aullando: NOOOOOOAAAAAaaaaahhhhggggg......!!!!!!

Nada.
Le pagó, la desarmamos, la cargamos y nos fuimos.
Nacho nos regaló un Toblerone sin los dos primeros triángulos. Rata.


Comentarios

husky ha dicho que…
Despues de este episodio tengo pesadillas..gracias nacho!! esperamos el nutella.
Anónimo ha dicho que…
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAAA. Master piece!

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