Feel the power of Eduardo

Supongo que a nadie le gusta acercarse a su auto y encontrarse con que hay un pelotudo apoyado. Hoy me pasó. No me cabe.

Este es Eduardo, mi auto.

Lo muestro justamente para que la próxima vez que quieran beberse unas frescas, omitan sentarse acá. He tomado la decisión de instalarle una alarma nueva, con la cual cuando presiono el botoncito del control tira una descarga eléctrica de varios voltios. Pagué la "medieval": genera una patada eléctrica que despega al sujeto del auto un par de metros, anula las funciones sexuales por 2 semanas y pérdida del sentido del olfato por 1 año. Hay otros efectos secundarios.

Pensalo y fijate.

Más allá de eso, hoy estaba en lo de pablito.

Cuando bajé y a medida que iba acerándome vislumbré una figura humana sentada plácidamente sobre el capó (así se escribe?), de Eduardo. Pero (después lo conversaba con Pablo), no era un flaco normal: era un punga de pizzería con gorrita. Ahí sí, la cagaste flaco. Un chabón normal, me rompe las bolas si lo agarro haciéndolo. Este, "punga", la cagó.

Me acerqué unos metros y desactivé la alarma: "CUICHI PÍ!", y el salame se levantó y miró hacia los lados. El único que se acercaba con tremenda cara de orto era yo así que me miró y dijo "disculpame", con una amplia sonrisa. No me dió pena ni sentí misericordia. Le hubiera dado tal patada en el orto que se le habrían desatado los cordones. De hecho ya tenía un puño blanco de la fuerza y estaba preparando un Ayúuuken para tirarle, pero me ganó la cordialidad y le dije con una sonrisa torcida: "No te preocupesss".

Como sea, espero que este boludo se vuelva a apoyar así le pego un viaje eléctrico que lo deje bailando twist en el piso.