Afecto para mí

Desde mi mente, en el desierto del corazón.

Nuevamente me encuentro a mí mismo sólo, qué difícil así.

¿Qué pasa cuando uno intenta llegar al interior de uno mismo y no tiene la fuerza para hacerlo? Cuando uno ve lejos la cima del propio ser pero tiene que escalarla para sentir.

Tantas veces nos cuesta tocar el corazón de una persona. Acariciar el alma de otro y susurrarle dulzura para que se sonría en un escalosfrío. Qué difícil hacerle entender que nuestro corazón es suyo, solamente por estar ahí y ser como es...

Hoy, intento llegar al mío propio... quizás uno de los desafíos y búsquedas que requieran mayor coraje. Quizás, con un grito ensordecedor escuche a mi propia razón detenerme. Pero si uno tiene que conocerse a sí mismo para encontrar a los demás, pareciera ser el primer paso lógico y el último que damos en la vida. Cuánta gente en el final de sus días se conoce, cuando llega la fría mano a buscarnos, cuya imagen es un espejo y su voz es el filo de su guadaña. Intentémoslo antes.

Para inciar mi aventura, me deshice de armas, herramientas y ropas. Me quité mis negaciones, mis preconceptos y mis miedos. Dejé atrás las palabras de mis padres, mi familia, mis amigos y mis seres amados. Desdibujé en mi mente lo moral, lo ético y lo correcto. Dejé sólo lo real, por lo menos por un ratito. Y una vez puro, dí el primero de mis pasos descalzos hacia el camino. El principio es fácil para algunos y divertido... Lo grotesco y lo bufón salen y nos acompañan en el recorrido, pero para la tarde se van y comienza a caer la noche y hace frío. Hace más frío cuando no hay brazos en los que abrigarse. No hay hombros suaves para apoyarse ni cabellos para oler. Pero es ahí donde uno debe seguir y avanzar.

Piso suelos firmes al principio y a medida que dejo atrás la seguridad, mi camino se va transformando en arenas movedizas. Creí que sería más fácil, pero ni uno mismo sabe todo sobre sí. Me siento en un costado y recuerdo frases y miradas. Allá atrás hay mucha gente que sabe de mí, más que yo. Me paro y sigo andando, ahora que pienso en quienes me esperan. Allá lejos sale el sol y el rico aroma me abriga y eleva. Es seguridad, esa seguridad que uno cree tener dentro pero sólo la tenemos porque nos la dieron a quienes damos el poder de darla. Cambio desiertos y rocas, por pasto y árboles. Un azul oscuro punzante, por un naranja claro y verdes acaramelados. Paso aventuras, desencuentros, mentiras y verdades que no se quieren ver. Errores reconocidos y algunos pendientes de tildar. Piso las hojas de planes a futuro ya con la tinta casi borrada. Deseos y esperanzas. Objetivos y mandatos. Ojos desaprobando y cabezas negando mis actos, y no me cambia. Ya nada me cambia. Sigo. Voy a romper esas cuerdas que me sujetan y dejarme ser. Si no puedo tapar la boca de ellos que me influyen, por lo menos puedo cambiarla por la melodía de mi verdadero espíritu.

Siempre así, ahora veo un oasis. Cerca y celeste, veo minúsculas luces que se encienden y apagan y me llaman. Cuerdas que se razgan y una voz que llora de pasión en una sábana de ternura. Me acerco, entregado y rozando cada pisada con la punta de mis dedos. Cada huella se marca con fuerza y parece desintegrarse cuando me muevo hacia adelante. Con un dolor en el pecho entro en este pequeño espacio pero donde puedo respirar mejor y más amplio. Entra aire por mis pulmones mientras mis ojos se cierran y dejan salir rocío.

Mis pies se humedecen y pisan aguas dulces. Quiero ver y veo. Veo una laguna cristalina que cambia de color de azul a verde, de verde a blanco y amarillo. Rosado y naranja... Es la laguna que contiene nada más que a mi alma. Si me asomo y bajo la vista, puedo ver mi reflejo moviéndose entre las estelas del agua. Ojalá sonriera, pero está triste... llora y con sus lágrimas llena el lago y hace borrosa la imágen. Poncho está ahí también y mi papá. Cómo duele a veces no poder abrazarlos, algunos que están y otros que no.

¿Y esos que nos quieren abrazar y les negamos ? Y les hacemos un corte con cada beso o caricia rechazada... ¿Y cada cabeza que se agacha y llora cuando volteamos y petrificamos su corazón? ¿Y por que? ¿Para sentirnos más seguros? ¿Menos desprotegidos? A veces, es entre sus manos en donde más cálido estamos y no cuando nos damos un abrazo a nosotros mismos.

Me veo en una isla desierta, dándome palabras de aliento y vida. Soplando aliento y motivación y dedicándome canciones de amor y poesías en mi honor. Pero nada me cobija. Llueve y yo sólo no podré detener el agua que me moja. Creo que puedo, pero no puedo.

Si tan solo lo supieras... moriría por vos si es que no lo hice ya y nadie se dio cuenta.

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